16 mayo, 2025

La era del insulto: el estilo Milei y la vulgaridad que domina la discusión pública

El presidente Javier Milei refuerza un estilo de comunicación basado en descalificaciones personales, profundizando la degradación del debate político en Argentina. Insultos en redes, agresiones a periodistas y el uso de lenguaje vulgar marcan su gestión. El fenómeno es síntoma de una larga decadencia cultural e institucional.

Por María Cruz*

 

 

El gobierno de Javier Milei profundiza el deterioro del debate público con un estilo provocador y agresivo
La escena política argentina atraviesa uno de sus momentos más tensos en términos de comunicación institucional. El presidente Javier Milei ha reforzado en los últimos días un estilo comunicacional basado en insultos, descalificaciones y ataques personales. Sus intervenciones en redes sociales —principal canal de difusión de sus opiniones— se han centrado en agredir a periodistas, exfuncionarios y críticos, sin ofrecer argumentos elaborados ni espacio para el disenso.

Este estilo no es nuevo, pero su permanencia una vez alcanzada la presidencia despierta preocupación entre diversos sectores. El propio Milei ha insultado recientemente al economista Hernán Lacunza en X (exTwitter), tras un intercambio técnico entre este y el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo. La intervención del presidente no solo desvió el foco del debate económico, sino que alimentó una dinámica de confrontación sin contenido que se repite cada vez con más frecuencia.

El fenómeno no se explica solo desde lo individual. Para muchos analistas, Milei es producto de un clima cultural que lleva años en gestación. La banalización de la política, la caída del nivel del discurso público y la espectacularización de la figura presidencial se combinaron para crear una figura que, lejos de elevar el debate, lo reduce a expresiones simplistas y agresivas.

El periodista y exfuncionario Darío Loperfido señaló que “Argentina es un país embrutecido”, con una élite política que no logra superar la mediocridad. “Milei es el resultado de años de vulgaridad intelectual en la política”, afirmó, apuntando no solo al oficialismo sino también a la degradación generalizada del espacio público, que abarca desde programas de chimentos hasta discursos parlamentarios.

A pesar de ciertos intentos iniciales por moderar su tono, el presidente retomó su estilo confrontativo apenas recibió algunos datos positivos en la gestión. Esto plantea dudas sobre su capacidad para encabezar una agenda institucional sólida, en un país donde los desafíos económicos y sociales requieren diálogo y responsabilidad.

Mientras tanto, se abre la posibilidad de tratar en el Senado la ley de Ficha Limpia, que impediría a personas con condena firme ocupar cargos públicos. Iniciativas como esta aparecen como intentos de reconstruir algo del respeto por las reglas y la integridad en la política. Sin embargo, sin un cambio en el tono del discurso presidencial, el debate público corre el riesgo de seguir atrapado en la lógica del insulto.