Sergio Massa en el gabinete nacional: Un relanzamiento de gestión que sabe cómo empieza, pero no cómo puede terminar
Desde el entorno de Sergio Massa aseguran que el flamante «superministro» de Economía se preparó durante años para asumir al frente de la misión que le acaba de confiar el presidente Alberto Fernández, en un intento por torcer el rumbo del Gobierno ya que, de lo contrario, «no habrá 2023 para nadie» en el Frente de Todos.
Por Gabriel Rodríguez
Desde el entorno de Sergio Massa aseguran que el flamante «superministro» de Economía se preparó durante años para asumir al frente de la misión que le acaba de confiar el presidente Alberto Fernández, en un intento por torcer el rumbo del Gobierno ya que, de lo contrario, «no habrá 2023 para nadie» en el Frente de Todos.
Dicen que el aún titular de la Cámara de Diputados viene trabajando desde hace un largo tiempo con sus equipos técnicos en propuestas y eventuales medidas que permitan al menos disipar el manto de agobio económico que cubre hoy no solo a los sectores productivos del país, sino a gran parte de la sociedad, en una Argentina que no crece en términos reales desde hace más de una década y, por consiguiente, genera pobreza.
Su asesor de confianza es Roberto Lavagna, que también se jugó su propia «patriada» -como califican en filas del massismo a la decisión que tomó la semana pasada el dirigente tigrense- cuando asumió como titular del Palacio de Hacienda en abril de 2002, en una aún convulsionada Argentina con Eduardo Duhalde como presidente tras la caída de Fernando de la Rúa.
En el Frente Renovador que encabeza Massa, y que ganó posiciones significativamente en el Gabinete nacional en medio de la crisis por la que transita el oficialismo, entienden que a partir de ahora no existirá margen para el error: desde el mismo momento en el que asuma al frente del área económica del Gobierno en su conjunto será «plata o mierda». Ni más, ni menos.
La administración Fernández quedó jaqueada por la ruidosa salida de Martín Guzmán y después de que las aguas se alborotaran aún más en los últimos días en el sector financiero nacional, pese a una reacción inicial positiva a la designación de Silvina Batakis, la Casa Rosada finalmente otorgó luz verde a los planes de Massa para avanzar con un proceso de cirugía mayor, con una reestructuración general.
La incorporación del ex intendente de Tigre al Gabinete, en un rol de «superministro» incluso, supone por un lado una de las últimas cartas moderadas que puede jugar el Gobierno en medio de sus tensiones internas y de la persistente puja entre albertistas y kirchneristas en el seno del oficialismo; por el otro, confirma que el verdadero problema argentino es hoy más político que económico. Se trata, en definitiva, de tomar decisiones drásticas.
«Si seguíamos como veníamos, no había 2023 para nadie, ni para Alberto, ni para Cristina (Kirchner) ni para el propio Massa. No había 2023 para el espacio que integramos», dijo una alta fuente del Frente de Todos (FdT), actualmente en funciones en una dependencia pública, en diálogo con NA.
Tras la llegada de un dirigente político como Massa al Palacio de Hacienda, lo que en principio causó un impacto alentador en los mercados, queda por verse si efectivamente será el tigrense, convocado de emergencia al Gabinete nacional, el encargo de impulsar como ministro de Economía las correcciones que, de acuerdo con analistas heterodoxos, necesita la Argentina en términos macro para empezar a asomar la cabeza del pozo.
Básicamente, ¡un plan! Y sostenerlo en el tiempo.
Cómo terminará todo esto aún está por dilucidarse.
Esta suerte de relanzamiento de urgencia que ensaya el Gobierno, en momentos en los que el agua ya le estaba llegando al cuello, se sabe cómo comienza -con un Massa empoderado, un Fernández retrocediendo sobre sus pasos tras haber malgastado tiempo y dosis de credibilidad con Batakis, y una Cristina expectante-, aunque claramente no cómo puede terminar.
Por lo pronto, el massismo transforma con esta movida al albertismo en un socio minoritario dentro del FdT, pero la enorme cuota de protagonismo que ganará ahora el líder renovador podría incomodar también al kirchnerismo, con su moderación y su perfil dialoguista, pensando en la carrera electoral de 2023. Y ni qué hablar en el caso de que goce de un mínimo éxito como «superministro».
Sin ir más lejos, el rol de Massa fue crucial en el Congreso para que la oposición respaldara el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que logró aprobar el Gobierno y que tanta urticaria ocasionó en el ala K de la coalición peronista en el poder, enfurecida con Guzmán por la letra chica de ese pacto y por dejarle abierta la puerta al organismo multilateral con sede en Washington para que se inmiscuya de lleno en la política económica nacional.
Volviendo a lo inmediato, está previsto que en las próximas horas el líder renovador anuncie a su grupo de colaboradores, luego que se confirme quién lo reemplazará como presidente de la Cámara de Diputados -se espera que sea Cecilia Moreau: sí, la misma de los disparatados argumentos con los que buscaba justificar en plena pandemia de coronavirus la no llegada al país de las vacunas de Pfizer- y más tarde, el próximo miércoles, que se conozcan las primeras medidas de su flamante gestión.
Todos estos pasos iniciales de esta nueva cruzada del Gobierno, buscando una vez más relanzarse, se producirán en medio de una espesa combinación de expectativa política -al igual que financiera, en la «city» porteña- y una preocupante efervescencia social en aumento, con pinceladas de hartazgo e incluso desesperación: este sábado, un grupo de personas trató de ingresar por la fuerza a un supermercado de Rawson, en la provincia de San Juan. La Policía provincial intervino y reprimió.
Con la oposición reclamando un programa serio de Gobierno, en lugar de un cambio de nombres en el Gabinete cada tanto, analistas políticos consideraron en las últimas horas que Massa era la opción «menos mala» a la que Fernández finalmente acudió para intentar esquivar el iceberg. De cualquier manera, no deja de ser una alternativa moderada dentro de un Frente de Todos que también se sabe cómo comenzó, con aquel Frankenstein electoral que pergeñó con éxito Cristina en 2019 para destronar a Mauricio Macri, pero que absolutamente nadie sabe cómo puede finalizar.
¿Qué significa esto, que Massa representa una carta moderada y dialoguista en el tablero político del oficialismo? Que en el caso de plantearse cambios en la hoja de ruta delineada por la Casa Rosada a partir del acuerdo con el FMI -lo cual en principio no estaría previsto-, habrá una negociación y «no va a ser a los gritos», dijo una fuente del albertismo a NA.
«No sé si es la mejor decisión, pero fue el reordenamiento posible, el que se pudo hacer», agregó, al tiempo que destacó que Massa en todo momento «trató de que no se rompiera la institucionalidad ante cada diferencia interna que surgió» en el seno del FdT. «El apoyo al presidente siempre estuvo, pero esta incorporación podría definirse como un mayor control de la previsibilidad», insistió la fuente consultada por Noticias Argentinas.
«Hay que pensar que su llegada es la ratificación de un rumbo y una forma en la toma de decisiones», acotó, antes de poner finalmente el acento en el primer gran tema espinoso con el que deberá lidiar el ahora «superministro»: la segmentación de tarifas de servicios públicos. Se trató éste, incluso, del principal conflicto puertas adentro en el Gobierno que determinó la salida de Guzmán. En principio, el kirchnerismo continuará al mando del área energética, por lo que habrá qué ver cómo se desempeñará Massa a partir de esta semana que comienza. De cualquier modo, su suerte parece echada y como dicen en su entorno: «Con un país que está tan mal como el nuestro y en plena crisis política, esto que estamos intentando ahora es definitivamente plata o mierda».