Por Alejo Pombo
Las tensiones dentro del bloque oficialista en la Cámara de Diputados han alcanzado un punto crítico, con varios legisladores libertarios enfrentándose públicamente, lo que podría derivar en nuevas fugas del espacio.
Las diferencias se intensificaron tras la polémica visita de seis diputados al penal de Ezeiza, donde se reunieron con represores condenados por delitos de lesa humanidad. Este episodio generó malestar en el bloque, especialmente cuando se supo que algunos legisladores ocultaron la identidad de los detenidos visitados. Las diputadas Lourdes Arrieta y Rocío Bonacci fueron las más críticas, cuestionando la falta de transparencia y la gestión del líder del bloque, Gabriel Bornoroni, y del presidente de la Cámara, Martín Menem.
En un ambiente de creciente descontento, la diputada Lilia Lemoine, cercana al presidente Javier Milei, criticó duramente a sus compañeras a través de su programa de radio, acusándolas de ser «funcionales al kirchnerismo» y de no dar quórum en la última sesión. Esto desató una rápida respuesta de las diputadas aludidas, quienes la calificaron de «mitómana» y señalaron que su comportamiento es resultado de un «falta de buen liderazgo» en el bloque.
Miembros del bloque atribuyen la escalada de tensiones a problemas de liderazgo y sugieren que una solución podría ser permitir que las diferentes corrientes internas funcionen de manera más autónoma, aunque esta propuesta no cuenta con el apoyo de la conducción actual.
Aunque hasta ahora ninguna de las diputadas ha manifestado públicamente intenciones de romper el bloque, Arrieta ya ha comenzado a explorar la posibilidad de formar un monobloque. El clima interno continúa deteriorándose, y el bloque oficialista podría enfrentar mayores desafíos si no logra implementar mecanismos para gestionar las diferencias internas de manera efectiva.
