18 abril, 2024

“El Invierno”, del argentino Emiliano Torres, aplaudida en San Sebastián

El cine argentino entró hoy con fuertes aplausos en la competencia oficial por la Concha de Oro, el premio máximo del Festival de Cine de San Sebastián, con el estreno mundial de “El invierno”, ópera prima del argentino Emiliano Torres.

El cine argentino entró hoy con fuertes aplausos en la competencia oficial por la Concha de Oro, el premio máximo del Festival de Cine de San Sebastián, con el estreno mundial de “El invierno”, ópera prima del argentino Emiliano Torres que aborda temas como el desarraigo, la ambición y la soledad extrema, a través del drama de supervivencia de un viejo capataz de estancia de la Patagonia que es reemplazado por uno más joven.

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Declarada de “interés cultural” por el Ministerio de Cultura de la Nación, con apoyo de Instituto de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) y la TV Pública, “El invierno” es un thriller que muestra la condición humana con suma crudeza, en condiciones geográficas extremas, que fue filmada en escenarios invernales y nevados de El Chaltén, El Calafate y Río Gallegos, en la Patagonia argentina.

El autor de esta coproducción con Francia, que debutó en la dirección después de trabajar 20 años como guionista y asistente de dirección junto a Marco Bechis, Miguel Courtouis y Emanuele Cinalese, entre muchos otros, afirmó que su punto de partida fue “la vastedad del horizonte patagónico, la dureza del clima y la realidad de los trabajadores rurales que resisten en ese territorio árido y hostil”.

“Después de ser asistente tanto tiempo, llega un punto en que dirigir deviene casi una consecuencia natural. La asistencia de dirección me sirvió para obtener soltura y evaluar riesgos. La complejidad empieza cuando el terreno y las condiciones climáticas condicionan un rodaje. Ahí es cuando haber sido asistente te permite ir un poco más allá”, afirmó a Télam el cineasta, que vivió en carne propia algunos de esos peligros y riesgos.

Para Torres, “hay situaciones climáticas o geográficas que convierten a las películas en aventuras. Y esta película tiene mucho de eso. Es algo que me interesa mucho porque me planteo el cine desde los lugares y el desafío que implican. Es algo que me permite entender mejor el proceso y cómo se puede llevar adelante un rodaje. Uno empieza a conocer sus límites y sabe hasta dónde puede llegar”.

Protagonizada por el dramaturgo y actor chileno Alejandro Sieveking y el joven misionero Cristian Salguero, con la participación de Adrián Fondari y Pablo Cedrón, “El invierno” es “una película que más que describir la condición del mundo, se interroga acerca de la condición humana. Se trata de una historia de sobrevivientes en un rincón del planeta donde el tiempo se ha detenido y en donde el invierno pareciera no acabar nunca”, indicó.

En base a la rudeza de algunos relatos de Jack London, Corman McCarthy y Andrés Rivera, Torres encaró su historia con un estilo áspero y despojado, en el que se describe la vida difícil y dura de los peones rurales en la Patagonia, “filmada con luz natural y sin recursos estilísticos innecesarios, y, sobre todo, sin ponerme delante de mis personajes, sino dejando que ellos mismos me condujeran”.

“Trato de no imponer un estilo ni una forma. Me nutro mucho de los accidentes y lo que va pasando. Algunas de las mejores imágenes de ‘El invierno’ son obra del azar. Por eso creo que hay que saber adaptarse. A veces los accidentes son pequeñas bendiciones y creo que a veces eso hace a las películas más interesantes. Enfrentarme a lo que la naturaleza propone es una de las cosas que más me estimulan”, añadió.

El director sostuvo que tampoco es un cineasta que intenta poner en pantalla estrictamente su guión: “Mi caso es paradójico porque escribo mucho, de manera detallada y obsesiva, y el guión de esta película ganó muchos premios. Sin embargo, en el rodaje decidí dejar el guión en el hotel. Creo que hay un momento de reflexión y estudio y otro, el rodaje, que es un momento de acción”.

Torres recordó que la génesis del filme ocurrió “hace 10 años, cuando viajaba por el sur trabajando en un documental. Quedé bloqueado por una tormenta de nieve y terminé en la casa de un capataz de estancia, muy silencioso, que sólo hablaba de caballos y de perros. Creo que de alguna manera descubrí que quería escribir algo sobre ese lugar y ese personaje, aunque lo hice recién 10 años después”.

“Me di cuenta de que es común que ese sea el destino de casi todos los capataces: o el suicidio o el retiro en las montañas como ermitaños. Son la consecuencia de muchos años de soledad extrema y aislamiento”, agregó el cineasta, que aborda la problemática de los peones rurales pero “no para hacer una denuncia sobre una forma de trabajo injusta, sino sobre el desarraigo”.

En ese sentido, Torres sostuvo que “la película es muy simple en su línea narrativa, pero esconde muchas historias e interpretaciones posibles. Hay una mirada muy realista que tiene que ver con el aislamiento y la situación de los trabajadores rurales. Pero también otras interpretaciones posibles que tienen que ver con la soledad y el desarraigo. Una soledad que se impone a veces por necesidad y a veces por elección”.

“No quise anteponer ideas de estilo sino dejar que fluyera y se revelara durante el rodaje. Apelé a cierta economía de recursos, y en ese sentido pensé en Robert Bresson y en ser específico, que no sobre ni falte nada”, señaló Torres, quien eligió a sus actores porque “comparten un imaginario con los personajes. Los liberé de la presión del relato y eso los hizo más verdaderos y estar más en el presente, lo cual genera una incertidumbre beneficiosa”.

En relación a la elección de los intérpretes, Torres agregó que “necesitaba dos rostros, dos miradas que me aportaran realismo. Salguero es de Misiones y conoce bien las penurias de los peones rurales y sabe lo que es ganarse la vida de ese modo. En cambio, Sieveking es un dramaturgo que escribía las obras teatrales de Víctor Jara, un personaje de una historia de vida infinita, muy activo e inteligente a sus 85 años”.

Su película, en definitiva, es la cara oculta de una postal de la Patagonia, “el barro y la sangre, imágenes tangibles, brutales, que nos devuelven el eco de un mundo tan primitivo como esencial”, explicó Torres, que ofrece “una mirada cruda sobre una naturaleza donde la relación con los animales y el ambiente es muy áspera y dura. Se mata o se muere. Es espantoso y al mismo tiempo muy honesto”.