Las fuerzas de seguridad estadounidenses admitieron hoy haber matado a 33 civiles, a principios de noviembre pasado, durante un bombardeo aéreo contra los talibanes realizado en la provincia afgana de Kunduz, en el norte del país.
Una investigación difundida hoy por las tropas de Estados Unidos en este país, determinó que «lamentablemente 33 civiles murieron y 27 resultaron heridos», señala la misión militar estadounidense en Afganistán en un comunicado.
El texto subraya que las tropas de Estados Unidos y las afganas actuaron «en defensa propia frente a los talibanes y de acuerdo a las normas de combate», según señalan las agencias DPA y EFE.
El comandante de la misión militar estadounidense, general John Nicholson, indicó que los talibanes «decidieron esconderse entre los civiles y entonces atacar a las tropas afganas y estadounidenses».
De acuerdo al relato estadounidense, entre el 2 y el 3 de noviembre, tropas afganas con un «pequeño efectivo» estadounidense en tareas de asistencia lanzaron una operación contra los líderes talibanes responsables del ataque que había tenido lugar un mes antes a la capital provincial de Kunduz, que fue tomada por unos días por los insurgentes.
Las «tropas amistosas», como se denomina en el comunicado al contingente afgano-estadounidense, llegaron a la aldea de Boz, en Kunduz, donde se enfrentaron con talibanes escondidos en varios edificios de civiles.
«A medida que el combate avanzó y las tropas amistosas empezaron a sufrir bajas por los talibanes, las tropas afganas y estadounidenses se vieron forzadas a pedir apoyo aéreo», agrega.
De acuerdo a las conclusiones de la investigación «los elementos aéreos estadounidenses emplearon el menor uso de fuerza exigido para neutralizar varias amenazas desde los edificios civiles y proteger a las tropas amistosas» y que «no se vio ni se identificó a ningún civil en el curso de la batalla».
Los civiles «probablemente» estaban dentro de las viviendas desde las que disparaban los talibanes, insiste el texto, antes de afirmar que, un depósito de armamento fue alcanzado y explotó, lo que también pudo producir víctimas civiles.
El Ejército estadounidense señaló que en aquel combate fallecieron dos soldados de Estados Unidos y tres comandos afganos.
«Me gustaría asegurarle al presidente (Ashraf) Gani y al pueblo de Afganistán que tomaremos todas las medidas posibles para proteger a los civiles afganos», indicó en el comunicado Nicholson, también jefe del operativo de la OTAN en el país.
En noviembre, tras el ataque, varios organismos y entidades, entre ellos la misión de la ONU en Afganistán (UNAMA), exigieron una investigación independiente sobre la matanza.
El jefe de la UNAMA, Tadamichi Yamamoto, calificó entonces de «inaceptable» la matanza de civiles y destacó que las fuerzas internacionales deben tomar todas las medidas posibles para evitar bajas entre la población, «incluyendo un análisis completo del contexto en los bombardeos».
Estados Unidos mantiene 8.400 soldados en Afganistán, alrededor de 2.000 de ellos como parte de la misión antiterrorista estadounidense en el país y el resto integrados en la misión de la OTAN que da asistencia y capacitación a las tropas afganas.
En 2016, Estados Unidos amplió de manera intensa sus bombardeos aéreos contra los talibanes, un 40% más que 2015, crecimiento que fue acompañado de denuncias de más víctimas civiles.