28 marzo, 2024

Un adiós musical a Horacio Salgán en la Usina del Arte

Horacio Salgán, fallecido ayer en el centenario de su nacimiento, ejerció una singular influencia en los músicos del tango contemporáneo que ambicionaban nuevos lenguajes: dos de ellos, Andrés Linetzky y Diego Schissi, se congregaron anoche en la Usina del Arte para homenajearlo.

Horacio Salgán, fallecido ayer en el centenario de su nacimiento, ejerció una singular influencia en los músicos del tango contemporáneo que ambicionaban nuevos lenguajes: dos de ellos, Andrés Linetzky y Diego Schissi, se congregaron anoche en la Usina del Arte en el inicio de un ciclo llamado Celebración Salgán para evocar su figura y su temperamento, siempre proclive a la evolución.

HoracioSalgan

Se trata de una de las secciones mejor trabajadas del Festival y Mundial de Tango de la Ciudad, que se extenderá hasta el 31 de agosto, modelado en demasía para el paladar del público extranjero.

Sin embargo Celebración Salgán, proyectado por Esteban Falabella -guitarrrista del Quinteto Real-, con 18 pianistas que abordan la obra del piano mayor de la historia del tango, se constituye lejos de esa fórmula de demarcación.

«Fue un genio. Era un pianista extraordinario, pero el tango tuvo muchos otros instrumentistas talentosos. Como arreglador, en cambio, no tuvo par. Sus arreglos son la forma superior del género», dijo Linetzky a minutos de inaugurar el concierto.

La evocación a Salgán, sin embargo, tuvo un prólogo a cargo de Diego Schissi, acaso el pianista que con más audacia pone en entredicho las proposiciones sedimentadas del tango.

«Estamos bajo un clima especial, a horas de conocerse el fallecimiento de Horacio, y voy a aprovechar este clima para proyectar unas improvisaciones», dijo para quebrar el silencio de la sala.

Luego, sí, llegó la hora de la cita directa. Linetzky, ex alumno de Salgán, intercaló sus anécdotas con el pianista con la interpretación de algunos de sus arreglos clásicos.

«Yo estudiaba en la Escuela de Música Popular de Avellaneda y estudiaba jazz. Venía de estudiar música clásica. Y todos me decían -sin una sola excepción- que lo que tenía que hacer era escuchar a Salgán. Y así fue que lo empecé a ir a ver a todos lados, luego a insistirle para que fuera mi maestro. Él sistemáticamente se negaba», relató.

«Un día, de tanto ruego, me aceptó dar una prueba y fui y toqué el tango ‘Nada’ -un arreglo de Orlando Trípodi-. Y Horacio, con respeto por el arreglo, me dijo: ‘Muy hermoso, muy hermoso, pero eso no es un tango, es una fantasía sobre un tango’. Y ahí me dio ‘Tango en la madrugada’ para estudiar y me empezó a enseñar lo que era esta música para él», agregó.

«Horacio -continuó- era como era en su música, ordenado, metódico, estudioso. Se daba cuenta, cuando empezamos, que yo no venía del tango, pero igual me terminó aceptando como alumno».

Afectado por el deceso, Linetzky confesó: «Muchas veces me pregunté, dada la edad del maestro, qué iba a pasar este día, cómo lo iba a sentir. Y la verdad es que me puse a escuchar uno de sus discos y pensé en este concierto, que obviamente estaba pautado desde antes de saber la noticia de su fallecimiento, pero me di cuenta que no alteraba demasiado el espíritu de lo que estaba proyectado».

El concierto, como casi todo el programa del Festival y Mundial de Tango, tuvo un desarrollo breve, bajo una pauta de quien pretende empujar al público de un salón al otro, de una sede a otra, en una dinámica más de la industria que de la música. Anoche, sin embargo, Schissi y Linetzky mostraron otra de las dimensiones de la música, aquella que, además de su valor en sí, es capaz de motivar la reflexión e interpelar el dolor.