28 marzo, 2024

Refugiados y adictos se instalan en villas de emergencia en la ciudad de París

Hilera de carpas y casuchas improvisadas en cartón, chapa y madera asoma al borde de una autopista. La imagen podría ser una postal típica de cualquier gran urbe latinoamericana, pero este paisaje de miseria se sitúa en París.

Una hilera de carpas y casuchas improvisadas en cartón, chapa y madera asoma al borde de una autopista. La imagen podría ser una postal típica de cualquier gran urbe latinoamericana, pero este paisaje de miseria se sitúa del otro lado del Atlántico: en París, la capital de la sexta economía mundial.

Entre 1.200 y 2.400 personas, en su mayoría solicitantes de asilo de nacionalidades varias, viven en condiciones indignas en los alrededores de la Porte d’Aubervilliers, en la frontera noreste de la ciudad, en asentamientos temporales que se han convertido en «una villa miseria a cielo abierto», según denunciaron las asociaciones allí presentes.

Basta hacer una simple búsqueda en Google Maps para comprender la magnitud de la situación: la primera foto asociada a la Porte d’Aubervilliers es una de la villa de emergencia.

En noviembre pasado, el Ejecutivo de Emmanuel Macron prometió desmantelar estos asentamientos y brindar «refugio incondicional» a sus habitantes.

Pero tras un primer gran desalojo en la vecina Porte de la Chapelle y en la denominada «colina del crack» -un punto de consumo de drogas cercano-, las promesas quedaron en suspenso.

El aniversario de los chalecos amarillos, el inicio de un paro de transportes indefinido y las protestas por la reforma previsional mantuvieron ocupado al gobierno en estos últimos meses.

Mientras, la situación en la Porte d’Aubervilliers no hizo más que degradarse.

A las bajas temperaturas y las condiciones insalubres, se sumó la llegada de nuevos residentes, algunos de ellos inmigrantes desahuciados, y la difícil convivencia con los adictos desalojados de la «colina del crack».

«La cohabitación -sin porosidad- entre estos dos públicos genera una tensión que produce locura y exclusión», advirtió a Télam el director de Emergencias de la asociación Francia Tierra de Asilo (FTDA), Guillaume Schers, cuya labor en el terreno se ve dificultada por la violencia cotidiana.

En consecuencia, la degradación social y sanitaria de la población es cada vez mayor, pese al trabajo diario de la Municipalidad de París y de numerosas organizaciones.

Los médicos constataron en el sitio enfermedades graves que son difícilmente curables y empeoran en situación de calle.

«Vivir en una carpa o una casucha sin calefacción cuando hacen dos grados bajo cero es inaceptable», denunció Schers, quien consideró que la única solución es brindar a estas personas una vivienda «durable y sin condiciones».

De acuerdo al responsable de FTDA, la Porte d’Aubervilliers es el barrio de emergencia que experimentó el mayor crecimiento de los últimos años.

De un pequeño asentamiento de una treintena de personas en 2017, pasó a recibir casi dos mil inmigrantes desalojados de otro campamento vecino a mediados de 2018, hasta alcanzar su dimensión actual.

«Nunca existió un asentamiento parisino que dure tanto tiempo, de forma tan oculta y marginalizada», alertó, por su parte, la organización Médicos del Mundo.

La mayoría de sus habitantes son solicitantes de asilo de Afganistán y Sudán, aunque en los últimos meses se incrementó la llegada de iraquíes y sirios, que tras haber sido protegidos por el Estado francés, volvieron a las calles por el rechazo definitivo de sus solicitudes.

El problema principal es que la mayoría de estos inmigrantes, cuyos casos son variopintos, no tienen posibilidad alguna de acceder a una vivienda, lamentó el director de FTDA.

Y entre los residentes, hay un decena de familias. El barro y la basura son el terreno de juego de los niños del lugar.

En palabras de Schers, los parisinos son testigos del «descenso a los infiernos» de estas personas, condenadas a una «actitud de espera dramática» y una «degradación de su situación».

«Estamos creando personas que serán excluidas de la sociedad», explicó Schers, «y más complicado aún es para los niños que aprenden a vivir en Francia a través del prisma del asentamiento».

Estas condiciones de vida «inaceptables» son, a su juicio, reveladoras de la incapacidad del sistema de acogida francés, que no está a la altura del «reto migratorio».

Si bien la legislación francesa establece el derecho a la «protección» y a «condiciones de acogida dignas» para los demandantes de asilo durante la evaluación de sus solicitudes, la realidad es que el sistema se encuentra desbordado.

«Está situación favorece a los populismos porque refuerza la idea de que la inmigración es un problema, cuando en realidad es un desafío», opinó el trabajador social.

El empeoramiento de las condiciones de vida ya tuvo dos víctimas mortales en los últimos dos meses.

La última, el lunes de esta semana, cuando un solicitante de asilo somalí, de 28 años, fue encontrado muerto en su carpa.

Este deceso llevó a organizaciones y dirigentes locales a exigir una vez más al Ejecutivo el desalojo y la reubicación urgente de los habitantes de la villa de emergencia.

«El refugio incondicional prometido por el ministro del Interior no puede esperar más», manifestó Francois Dagnaud, intendente del distrito 19, donde se ubica el asentamiento.

El delegado del gobierno en París anunció el desmantelamiento de la villa de Porte d’Aubervilliers para finales de mes. Sus pobladores siguen esperando.