29 marzo, 2024

Murió la elefanta Pelusa, emblema del Zoológico de la ciudad de La Plata

Anoche las autoridades municipales, veterinarios, cuidadores y la Justicia decidieron aplicarle sedantes para facilitarle una “muerte digna”.

Por Fernanda Carabelli

Anoche las autoridades municipales, veterinarios, cuidadores y la Justicia decidieron aplicarle sedantes para facilitarle una “muerte digna”.

“Entendía todo”

Los cuidadores, no se movieron de la carpa armada en torno a ese animal que “entendía todo” y que construyó un vínculo singular y potente con cada uno de ellos. Allí la acariciaron, le hablaron, abrazaron y lloraron. Se tumbaron junto a ella y recordaron las historias que ya son , desde algún trompazo recibido como correctivo por desatenciones o por ofrecer comida “indeseable”, hasta la diversión compartida en juegos con escobas, con tachos, con arena, y buscando alimentos escondidos en los rincones del ambiente.

A un par de metros del lugar en que eligió permanecer Pelusa, el galpón con techo a dos aguas que la cobijaba por las noches se transformó en un improvisado pero ordenado “office” de enfermería, con cajones de alimentos, fardos de heno, estufas de pie, sectores de descanso e insumos para tratamientos veterinarios.

“El cuidador le decía cariñosamente: ‘vení, gorda’ y ella sola entraba al galpón, caminaba hacia atrás y se acomodaba perfectamente como para meter sus extremidades en el agua de unas pequeñas piletas e iniciar las curaciones” recordó uno de los presentes: “era muy activa y dócil, pero cuando tenía que manifestar su carácter lo hacía. Poseía una fuerza vital tremenda. Con ella se nos va alguien de la familia, y crean que no lo decimos por caer en un lugar común”.

Batallando hasta el último latido

Ese impulso formidable se extinguía, inexorablemente. Scott Blaise, el experto internacional que dirige la organización Global Sanctuary for Elephants (GSE), destacó ayer que “todos entendemos cuánto queríamos verla llegar al santuario, pero Pelusa finalmente decidió que no le quedaba más para dar. Pelusa era fuerte y estoica, demasiado, tanto que en ocasiones he deseado que no lo fuera. Lo intentó y resistió durante días, superando el punto en el que la mayoría se hubiera rendido, pero todos tenemos nuestro límite. Y ella encontró el suyo”.

Blaise, es un militante incansable por el bienestar animal e ideólogo del santuario brasileño al que se barajó trasladar a la elefanta platense si su salud lo permitía, agregó horas antes del desenlace que “Pelusa es bella y majestuosa pero ya no tiene más para dar, y nos gustaría que todos siguieran apoyándola hasta el final. En su vida la sociedad le falló, en el final falló su cuerpo, pero puede dejar este mundo rodeada por más cariño del que nunca hubo conocido”.

En ese sentido, anoche se acercaron al Jardín Zoológico las máximas autoridades municipales -incluyendo al intendente Julio Garro-, el fiscal Marcelo Romero, titular de la fiscalía especializada en maltrato animal, y el juez Juan Pablo Masi, para evaluar la posibilidad de autorizar el uso de la eutanasia, lo que obtuvo el visto bueno -con la firma de todos los actores involucrados- cerca de las 22.

El último parte veterinario oficial antes de eso subrayó que la elefanta presentaba “una desmejora en su estado de salud, manifestando también por momentos señales de deterioro y dolor, por lo que se le brindaron calmantes; no obstante, evidencia un cuadro irreversible”.

Larga despedida

Hacía dos años que la elefanta no se recostaba a dormir, y antes de esa ocasión había pasado un año y medio; prefería descansar un par de horas por día de pie, apoyada en diferentes superficies. En las semanas recientes, había adoptado como costumbre salir a caminar en las horas más tranquilas de la madrugada por su nuevo ambiente, una ampliación arbolada del que la albergó a lo largo de 50 años, desde su llegada a la Ciudad a fines de 1968.

Sin embargo, alrededor de las ocho del sábado, dejó de estar de pie. Por su parte el equipo veterinario del Zoológico y los especialistas del GSE y la Fundación Franz Weber advirtieron que “si ella no presenta signos de querer levantarse, no debe ser forzada a hacerlo; la experiencia en casos similares ha demostrado que ese curso de acción puede ocasionar sufrimiento al animal y entrañar riesgo de muerte”.

A partir de entonces, el tratamiento consistió, en suministrar a Pelusa hidratación, suero fisiológico, algunas vitaminas, frutas y verduras, mientras se monitoreaban sus valores de sangre, orina, temperatura y ritmo cardíaco. Fisiológicamente, tuvo chances de levantarse, pero eligió no intentarlo. Sus funciones vitales se deterioraron, y esa posibilidad se evaporó.

“Tiene un corazón tremendo, es algo muy grande, una máquina con mucha fuerza que se resiste a apagarse” confió anoche entre lágrimas anoche uno de los cuidadores: “es difícil de entender cómo aguanta todavía; nosotros estamos destrozados”. Poco después, la eutanasia llegó para desanclar esa conexión vital.

Podemos estar seguros de que en tu hábitat natural no se hubiera enfermado de Pododermatitis crónica en tus patas traseras porque esa enfermedad es común en elefantes que se encuentran en cautiverio, ante la imposibilidad de poder caminar grandes distancias.

También es cierto que en su hábitat natural, hubiera sido despedida como se despide a un elefante.

Cyntia Moss, es una etóloga que ha estudiado el comportamiento de una manada de elefantes africanos durante más de 30 años. Sus observaciones permitieron saber que los elefantes muestran especial interés por los huesos y restos de otros ejemplares de su especie, a diferencia de la mayoría de animales, que no marcan de manera especial la muerte de otros individuos. Según un estudio de la Universidad de Sussex, con la doctora Karen McComb a la cabeza, los elefantes son los únicos animales junto con los humanos capaces de reconocer los huesos de otro ejemplar de la misma especie aunque lleven años muertos.

“Ante el cadáver de un elefante, toda la familia se detiene y se pone tensa. Primero acercan sus trompas para olerlo, luego palpan y mueven con cuidado los huesos, sobretodo los del cráneo. Otras veces, arrojan tierra y hojas sobre sus restos”. Así es como te estarían despidiendo tus pares de especie.

Pero no. Tendrá un funeral “humanizado” lejos de su naturaleza como la mantuvieron medio siglo. De tomarse en cuenta la voluntad de quienes compartieron con ella sus últimos años, los restos de Pelusa descansarían en el Zoo, donde podría crearse un espacio conmemorativo.

Cuatro años de padecer una enfermedad dolorosa, causada por un entorno artificial y minúsculo.

Volviendo a las palabras de Scott Blaise: “En su vida la sociedad le falló, en el final falló su cuerpo, pero puede dejar este mundo rodeada por más cariño del que nunca hubo conocido”.